lunes, 22 de noviembre de 2021

Suprematismo: Malevich, Lisitski, Exter, Rozanova, Popova, Chashnik, Suetin y Kairiukstis



El Suprematismo abre al arte nuevas posibilidades, ya que, al cesar la llamada consideración por la correspondencia con el objetivo, se hace posible transportar al espacio una percepción plástica reproducida en el plano de una pintura. El artista, el pintor, ya no está ligado al lienzo, al plano de la pintura, sino que es capaz de trasladar sus composiciones de la tela al espacio. (Kazimir Malévich).

El suprematismo, que comienza hacia 1915, fue una vanguardia artística desarrollada en Rusia y que tuvo como telón de fondo las turbulencias de la Primera Guerra Mundial y la revolución de ese país ante el régimen zarista, que concluye tiempo después con la instalación de la Unión Soviética. 

Este movimiento artístico fue acelerado por la revolución, ya que se concedió al arte un rol social importante, los artistas revolucionarios opuestos al viejo régimen propusieron un nuevo arte vinculador con las nuevas ideas revolucionarias.

 Las vanguardias rusas alcanzaron su mayor momento creativo y de popularidad durante esta época y marcaron el nacimiento de un nuevo país con una ideología propia que se reflejó en sus artes y a raíz del nuevo estado que patrocinaba: el realismo socialista.

Este movimiento artístico acontece paralelamente al constructivismo, ambas vanguardias tuvieron como motivo central un arte abstracto geométrico. 

En el caso del Suprematismo, se gesta gracias a las ideas de Kazimir Malévich, quien proponía una nueva visión del arte, no figurativo y compuesto por formas geométricas y colores puros, otorgando así una representación del universo formal sin objetos. 


Malévich y Vladimir Maiakovski escriben en 1915 el manifiesto de este nuevo estilo, en donde definen que el arte ya no depende de la imitación de la realidad, sino que es “un fin en sí”, “sin contenido alguno”, será por ello que el contenido formal de esta vanguardia se apoya en una realidad totalmente original, en donde forma y color son protagonistas de las obras.

El suprematismo tuvo en sus comienzos la influencia del cubismo y futurismo, desde donde se fueron rescatando aspectos esenciales de cada movimiento para dar el paso al rechazo del arte convencional y el comienzo de una búsqueda sobre la pura sensibilidad en la geometría hasta llegar a una abstracción de formas y colores totalmente simples. 

Para los suprematistas fue fundamental la supresión de todo aquello anecdótico y expresivo subyacente en el arte abstracto. Por ello, sus obras se centraron en la predominancia de las formas básicas de la geometría, el uso de colores como el amarillo, rojo, azul y verde acompañados de negro, blanco y gris; una evidente simplicidad en la composición y organización formal; predominio del color plano y sensaciones de movimiento.

Kazimir Malévich (1878-1935) tras estudiar arte en una academia privada en Moscú, realiza sus primeros cuadros inspirándose en el estilo impresionista para luego evolucionar hacia un primitivismo fauvista. Adquiere más tarde una notoria tendencia cubo-futurista tras conocer esas vanguardias durante sus viajes; adopta la fragmentación formal del cubismo combinada con la multiplicación de la imagen que propuso el estilo futurista.


La creación de un nuevo movimiento artístico responde al ánimo general que se dio a principios del siglo XX en donde los más importantes filósofos, poetas, pensadores y artistas de la época se encontraban reflexionando sobre el universo, el cosmos, el lugar del hombre en la Tierra y el espacio celeste. 
En este contexto, Malévich propone la supremacía de la sensibilidad pura de formas sencillas en las artes y con este objetivo funda el movimiento suprematista a modo de respuesta ante esta corriente reflexiva.
  La obra con la cual inaugura ese estilo fue “Cuadrado negro sobre fondo blanco” en 1915. Sus siguientes obras se alternaron entre la austeridad absoluta de las formas como la “serie negra” y otras de mayor dinamismo y color. 
Para el año 1918, Malévich realiza su obra más austera, “Blanco sobre fondo blanco”, periodo tras lo cual abandona su carrera como artista para dedicarse a la enseñanza y a la escritura.

El legado de Malévich se pone de manifiesto con la posterior evolución del arte abstracto europeo, en el desarrollo del diseño gráfico. 


Malévich realizó varias versiones de su obra "Blanco sobre fondo negro", su obra más emblemática; pintada a mano, sin plantillas ni ayudas mecánicas. Si la observamos en directo, en la obra aparece la vibración de la pincelada, las irregularidades y distintas densidades de la materia. Para el artista, el cuadrado negro sobre fondo blanco se trataba de un ícono, representación sagrada de la religión rusa, y representaba en sí mismo la máxima expresión de la sensibilidad no objetiva: cuadrado equivaldría a la sensibilidad y el fondo blanco a la nada, es decir a un “vacío total”, con el que demostraría cómo la pintura podría enmendar su propio camino sin referencias de una realidad externa. Para Malévich, esta obra es “la pintura más allá de la pintura”, y su trabajo el “punto cero” del arte.


A pesar de su sencillez, esta obra es sin duda una de las representaciones más complejas de la Historia del Arte.




El Lisitski (1890-1941) 
  Fue diseñador, fotógrafo, tipógrafo y arquitecto. Su figura fue una de las más influyentes de la vanguardia rusa, y contribuyó al desarrollo del suprematismo de la mano de Malévich, quien fuera su mentor. Fue rechazado en 1909 por la Academia de Arte de San Petersburgo y se fue a Alemania, donde estudió arquitectura, y viajó por Europa, en especial por Francia e Italia, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial le hizo regresar a su país. 


Más tarde, diseñó numerosas obras para la Unión Soviética y estuvo profundamente marcado por las agitaciones sociales, políticas y artísticas de su contexto. Su estilo influyó sustancialmente en los movimientos Bauhaus, constructivismo y De Stijl. Su experimentación con técnicas de producción y recursos estilísticos influenciaron el diseño del siglo XX.

Lisitski adhiere completamente a las ideas de Malévich sobre el suprematismo —que conoce en pleno desarrollo durante la estadía de ambos, por invitación de Marc Chagall, en la Escuela de Arte de Vitebsk como profesores— y le ayuda a desarrollarlo. Bajo el contexto de la revolución rusa nacen sus obras más emblemáticas, con el objetivo de reemplazar el sistema capitalista por esquemas democráticos y alcanzar una sociedad igualitaria





Lisitski va más allá de la influencia suprematista y desarrolla un concepto propio denominando sus obras como Proun, ellas se tratarían de composiciones abstractas, realizadas con la finalidad de transformar el espacio vivencial, jugando con la naturaleza abierta, polidimensional y aperspectiva; Proun serán obras que representan el paso intermedio entre arquitectura y pintura; en sus palabras: "El Proun tiene la fuerza de crear objetivos. En esto consiste la libertad del artista frente a la ciencia". Esta propuesta de investigación reflexiona sobre cómo sacar la pintura al espacio, eliminando el soporte y obligando al espectador a recorrerla con la mirada.

Un ejemplo de Proun es la obra Globetrotter (o trotamundos) realizada el año 1923. En ella observamos los principios básicos del suprematismo, pero además se agrega una sensación de volumen en el espacio compositivo. En el centro del espacio se entrelazan las figuras geométricas, fusionando la realidad del arte abstracto con la construcción arquitectónica.





Alexandra Exter fue una relevante figura del primer arte de vanguardia en Rusia. Entró en contacto con cubistas y futuristas en París y asimiló y reinterpretó estas nuevas tendencias, para después difundirlas en su tierra natal.




Tras finalizar sus estudios de arte en Kiev, Exter se trasladó a París en 1908, donde asistió a clases en la Académie de la Grande Chaumière. Pronto entró en contacto con Pablo Picasso, Guillaume Apollinaire, Max Jacob y Fernand Léger y adoptó el cubismo como estilo propio, si bien nunca renunció al color. También conoció a representantes del futurismo italiano, como Filippo Marinetti, a los que le unía su interés por representar el ritmo y el movimiento. Hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, Exter vivió en París, pero viajó frecuentemente a Kiev y Moscú, lo que la convirtió en transmisora de las nuevas ideas en su país. Durante esta etapa participó en numerosas exposiciones en Rusia, Francia e Italia.
A partir de 1914 residió en Rusia y el conocimiento de la obra de Malévich le impulsó a realizar sus primeras obras no figurativas. Expuso en muestras de arte de vanguardia como Tranvía V, la primera de las exposiciones futuristas rusas, celebrada en Petrogrado (hoy San Petersburgo) en 1915 y desde 1916 fue importante su contribución a la modernización de la escenografía teatral con su participación con Alexander Tairov en obras como Salomé, de Oscar Wilde. Con sus innovadoras aportaciones se dinamizó el diseño de escenarios, trajes e iluminación, elementos que se convirtieron en un complemento esencial a la trama. A partir de 1921 comenzaría a diseñar moda.

Tras un periodo dedicada a la enseñanza en Odessa, en 1921 se trasladó de nuevo a Moscú. Aunque participó en importantes exposiciones como 5 x 5= 25, junto a Alexander Vesnin, Liubov Popova, Alexander Ródchenko y Varvara Stepánova, no se ligó a ningún grupo en concreto.






 





En 1924 emigró a París, donde residió el resto de su vida. Durante esta época, en la que retornó a una figuración centrada en las naturalezas muertas, volvió a colaborar con Fernand Léger y dio clases en su taller.



Olga Rózanova 

Melenki, 1886-Moscú, 1918
La artista rusa Olga Rózanova fue una de las primeras defensoras del arte no figurativo dentro de la vanguardia de su país.

Estudió en Bolshakov y, entre 1904 y 1910, en Moscú con Konstantin Yuone, Ivan Dudin y en la Escuela de Artes Aplicadas Stroganov. 
 En 1911 se trasladó a San Petersburgo, donde pronto entró en contacto con el grupo de artistas relacionados con la Unión de Juventud y participó con ellos en la primera exposición del grupo celebrada en 1912. 

Durante esta época el poeta Alexei Kruchenykh, inventor del zaum, también llamado realismo disparatado o «transracional», le introdujo en la estética futurista. Rózanova ilustró numerosas publicaciones de Kruchenykh, como Te li le, y comenzó a escribir poemas zaum. 

En 1914 conoció a Filippo Marinetti y poco después su obra estaría presente en la Prima esposizione libera futurista internazionale en Roma. Asimismo, participaría en las muestras futuristas rusas Tranvía V y 0.10. La última exposición futurista de pintura celebradas en San Petersburgo en 1915.

Su interés por el estudio del color y por la simplificación de las formas, evidente desde sus primeras obras enmarcadas dentro del cubo-futurismo reinante entre los artistas rusos del momento, le llevó a tender hacia la abstracción y a acercarse al suprematismo de Kazimir Malévich. Colaboró con él y Liubov Popova en la realización de la revista Supremus, de la que no se llegó a publicar ningún número.



Tras la Revolución de 1917, Rózanova se implicó en diversas iniciativas culturales, como la Proletkult (Organización Cultural Proletaria) y colaboró en la preparación de las celebraciones del Primero de Mayo. Tras su muerte en 1918, se organizó una gran exposición en su honor en Moscú.




Liubov Sergueïevna Popova  fue una de esas artistas rusas asociadas a las vanguardias de la época revolucionaria. Destacó entre sus colegas, situándose en la élite del arte ruso de después de la Revolución de 1917, que ayudó activamente a construir con pintura, escultura, moda y lo que le pusieran por delante.


Popova se distinguió por composiciones muy arquitectónicas y también es característico de ella la búsqueda de la no-objetividad, por lo que ente sus principales influencias estuvo Malevich.

Sus primeras obras fueron pintura de paisaje, retratos y figuras humanas. Pero cuando entra en contacto con las vanguardias Popova se vuelve una «radical». El cubismo o el futurismo se adaptan mejor a lo que ella quiere decir. Se interesa por el collage y uso del relieve, además de adquiri importancia el material usado. Es en 1916 donde empieza su reflexión sobre la presencia o ausencia del objeto, hacia la no-objetividad.

Con el triunfo de la Revolución rusa, Popova se convierte en una de sus artistas más importantes. Compone telas suprematistas, donde mezcla color, volúmenes y líneas, con formas geométricas que se confunden unas en otras y crean una organización de los elementos, no como medio de figuración, sino como construcciones autónomas.


En 1921 abandona la burguesa pintura de caballete. A partir de entonces «la organización de los elementos de la producción artística debe volver a la puesta en forma de los elementos materiales de la vida, es decir, hacia la industria, hacia lo que llamamos la producción».




Y así continuó, produciendo arte hasta que murió de escarlatina a los 35 años.

El pintor polaco Vytautas Kairiukstis será otro de los grandes pintores del suprematismo.




Durante el periodo inmediatamente posterior a la Revolución, Ilyá Chashnik perteneció a la nueva generación de jóvenes artistas suprematistas como Suetin y El Lissitzky— reunidos en torno a Kazimir Malévich en el Instituto Artístico-Práctico de Vitebsk, donde estudió entre 1919 y 1922. Durante esos años también perteneció al grupo suprematista Unovis (Los Heraldos del Nuevo Arte), creado por Malévich en 1919, y participó con los demás miembros del grupo en la Exposición de pintura de los artistas de todas las tendencias de Petrogrado, celebrada en 1923. 





Artista ligado al suprematismo ruso, Nikolái Suetin aplicó las teorías artísticas de Kazimir Malévich no sólo en el terreno de la pintura, sino que se interesó por su aplicación en la vida diaria.
 Entre 1918 y 1922 estudió en la escuela de arte de Vitebsk, dirigida por Marc Chagall, donde conoció a Malévich. Ya en esta época de formación, Suetin se convirtió, junto a Ilyá Chashnik, en uno de los más estrechos colaboradores de Malévich y en un fiel defensor del suprematismo, contribuyendo a su difusión a través de publicaciones, mediante la organización de exposiciones y la creación del grupo Unovis (Los Heraldos del Nuevo Arte).

En 1922 Suetin y otros discípulos acompañaron a Malévich a Petrogrado (hoy San Petersburgo) tras su retirada forzosa de la escuela de Vitebsk. Allí comenzó a trabajar en el Instituto de Cultura Artística (Injuk), donde, entre otras actividades, colaboró con Malévich en la realización de diseños arquitectónicos suprematistas que nunca llegaron a construirse. Esta faceta se vio complementada por su labor como escenógrafo de exposiciones, como por ejemplo la que realizó del pabellón de la Unión Soviética en la Exposition Internationale de 1937 en París. Paralelamente comenzó su tarea como creador de diseños para las porcelanas de la Fábrica Estatal de Cerámica Lomonossov de la ciudad, de la que se convirtió en director artístico en 1932.



Suetin sobrevivió a su amigo Chashnik y a su maestro Malévich. Con motivo de la muerte de este último, en 1935, Suetin se encargó de la decoración del ataúd con motivos suprematistas y de la organización del funeral, que se convirtió en la última manifestación del estilo que ambos habían defendido. A partir de los años treinta aumentó su dedicación por las artes aplicadas, en las que evitó las referencias explícitas al suprematismo, que se había convertido en un estilo artístico no deseado por el aparato gubernamental soviético.

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